Tres veces jalados
Luis Guerrero
La última evaluación censal a los maestros y sus pobres resultados llevaron a muchos a sostener que la mala preparación de los docentes era la causa de los bajos rendimientos escolares. No obstante, en un país como el nuestro, donde la educación más desatendida por el Estado ha sido tradicionalmente la ofrecida a los más pobres, esta simplificación es falaz e injusta. Lo que no significa que la mala enseñanza no tenga nada que ver con el problema o que sea una dificultad menor, pese a que muchas familias aún no lo ven con claridad.
Este pudo ser el caso de la madre de Lucía, una niña de 11 años a punto de acabar la primaria. «Su hija tiene serios problemas en matemáticas, esta es la tercera vez que desaprueba el examen» le dijo un día la profesora con voz grave. Felizmente, Lucía había hablado antes con ella y le había contado los pormenores del caso. La profesora prosiguió: «A lo mejor hay problemas en casa señora, alguna situación que esté perturbando a la niña, o a lo mejor no está dedicando al estudio el tiempo necesario. Está entrando a una edad difícil, quizás se está relajando mucho y deba controlarla más».
La profesora no sabía, sin embargo, que la mamá de Lucía ya estaba enterada de algo quizás poco importante para ella, pero muy preocupante para la niña y sus compañeros: toda la clase había reprobado los últimos tres exámenes de matemática, a excepción de dos. Y la profesora se había limitado, como de costumbre, a citar uno a uno a los padres para llamarles la atención.
La mamá de Lucía, entonces, la interrumpe: Profesora, no es sólo el caso de mi hija sino de todo el salón. Se que usted desaprobó a todos tres veces ¿No cree usted que el problema ya no es de los muchachos sino suyo? Quizás es usted la que está fallando y deba revisar sus actitudes o su modo de enseñar.
A la profesora no le hizo ninguna gracia escuchar esto. A ella siente le parece lógico que si un alumno desaprueba tres veces, haya que avisar a los padres para que lo ajusten en casa. No siente que el problema tenga que ver con ella. Nunca se ha cargado esa preocupación, se ha limitado siempre a avisar y si los padres no solucionan, dirá con resignación: se los advertí.
Y claro, la profesora siente que ella da mucho. Ha venido dictando y copiando la pizarra durante más de 20 años al costo de muchos sinsabores. En nombre de ese esfuerzo, no puede aceptar encima que se esté equivocando. Menos aún delante unos niñitos que sólo saben reírse de cualquier cosa y sentarse de cualquier manera. Luego, la profesora no aceptará ninguna responsabilidad por las consecuencias de lo que hace o deja de hacer en el aula.
Lo que más preocupa es que muchas madres bajan la cabeza y aceptan sin chistar que la responsabilidad por los aprendizajes no logrados en la escuela es siempre de sus hijos, si no de la familia. Por fortuna, no es el caso de la madre de Lucía. Aunque la señora se va estrellar contra una muralla, porque la profesora no admitirá nada y encima se indignará. Este desenlace puede empezar a ser otro el día que los padres comprendan que el bajo rendimiento no es sólo un problema de sus hijos. Y que, además de otros factores, puede ser consecuencia también de la mala enseñanza. Hasta pronto.